Rivellino: la patada atómica

Para su padre, señor Nicola, vendedor ambulante clásico, Roberto jugaría en el Palmeiras, el club de los sentimientos de la colonia italiana. Pero el joven que había estado por allí del lado del Parque Antárctica porque también era el equipo de su corazón, no había pasado la prueba en 1962. Pues en el Parque São Jorge daría un "show de bola" y sería aprobado en el Sport Club Corinthians Paulista. Entonces, cuando el encargado de relacionar a los mejores del entreno le pidió el nombre y nuestro futuro astro, ya decisivo y firme de palabra: Roberto Rivellino, con dos "eles", pero mi apellido en el fútbol sala es Maloca, nací aquí en São Paulo, capital, el primero de enero de 1946 y soy hijo de...

A partir del año 63, los torcedores más sensatos llegaban pronto al estadio para ver el medio campista, zurdo y robusto en el equipo de aspirantes del Corinthians. Heredó del fútbol sala un óptimo dominio de la pelota y la capacidad de driblar en espacios mínimos. Incluso se decía que sería él, Rivellino, el nuevo crack que lideraría la vuelta a los títulos, puesto que desde 1954, se le resistía al Timão de la capital paulista. En la época, los ídolos de la memoria recurrente de la fiel torcida seguían siendo Baltazar, Luizinho y Cláudio, además de Gilmar, que como los porteros no es sinónimo de gloria y que se fue enfadado del Corinthians. Tampoco ninguno de ellos era de la cantera.

Roberto Rivellino era tanto un extremo izquierda como un creador del mediocampo con un pase magistral. También muy pronto se le dio bien el regate elástico y el chut potente y preciso. Su fútbol era tanto que, a los 19 años, se estrenó en el equipo profesional blanco y negro y, en seguida, se ganó la afición corintiana. En el mismo año 1965, el 16 de noviembre, Rivellino debutó con la selección de Brasil, en esa ocasión representada por el Corinthians, delante del Arsenal, en Londres. Y cinco días después, en el auténtico seleccionado brasileño, venciendo a Hungría, en el estadio Pacaembú. En 1966, ya conocido como el Pequeño Rey del Parque -Pelé lo era del mundo-, conquistó su único título para el Corinthians: el torneo Rio-São Paulo, compartiéndolo con Botafogo, Vasco da Gama y Santos.

Con el tiempo, Riva, como se le conocía, se confirmaría un exímio tirador de faltas, aunque siempre rehusó tirar los penaltis, lo que hizo en sólo cinco ocasiones en su carrera. Regresó a la selección sólo en 1968, para alternar en medio campo o en el ala izquierda. Ese año, además de alzarse con la Copa Oswaldo Cruz, el 6 de noviembre, contra Chile, el "Reizinho" actuó con el país contra la selección FIFA, incluso marcando un gol al soviético Yashin, el mayor cancerbero de la historia del fútbol. Y se mencionó entonces esta reflexión del alemán Beckenbauer: "Vine a ver a Pelé, pero acabé viendo a Rivellino". Entonces, en materia de creadores de juego, Brasil gozaba de muchos, y a pesar de la dura competencia, Riva hizo un excelente juego en las eliminatorias para el Mundial de 1970. Escalarlo se convirtió en una pesadilla, tanto para sus adversarios como para los seleccionadores nacionales, João Saldanha y Zagallo, que disponían además de Gérson, el zurdo de oro, de Ademir da Guia, Dirceu Lopes o Paulo César Caju.

Tanto que el apogeo de Rivellino fue ese Mundial de 1970 en México. Descolocado por Zagallo en la punta izquierda, jugó cinco de los seis partidos de Brasil, marcando 3 goles, dos de los cuales valiéndole de los mexicanos el nombre de "Patada atómica". Por sus actuaciones notables fue alineado en el once ideal de la prensa especializada y recordado como uno de los cracks de ese Mundial de gran significado para los brasileños.

Pero, en São Paulo, el Corinthians lo esperaba para salir de la fila de los sin títulos paulistas. Y su valor iba creciendo. El ahora fallecido y folclórico presidente del club, Vicente Mateus, entre otras sandeces, insinuaba que boicoteaban el Timão. En ese rato, el "Reizinho" cumplía tanto con el club como en la selección ganando con ella los títulos de la Copa Roca, frente a Argentina, en 1971 y la Copa de la Independencia de 1972. Pelé fuera de la selección, incluso había heredado la camiseta nº 10 y se había vuelto un ídolo nacional. Así que se fue al Mundial 1974 de Alemania donde efectuó buenas actuaciones, salvándose de la quema general de un Brasil decepcionante. A su vuelta, tras haber perdido la final del Campeonato Paulista contra el Palmeiras, el presidente Vicente Mateus lo culpó de la derrota. Allí Riva, de temperamento explosivo, pidió su salida. En ese momento, nadie del club se acordaba lo que Roberto Rivellino dijo a su regreso del Mundial 70, la copa Jules Rimet debajo del brazo: "ya cambiaría toda esta gloria con un solo título de campeón paulista con el Corinthians".

Pues su nueva dirección deportiva ya era en Laranjeiras, Río de Janeiro, donde el Fluminense armaba un súper equipo con Carlos Alberto Torres, el argentino Doval y el propio Riva, el ex-muchacho del Parque. Esa Máquina, como quedó reconocido el equipo tricolor carioca fue campeón del estado de Rio en seguida en 1975 y repitió en 76. Año en que Rivellino ganaría además para Brasil las Copas Oswaldo Cruz, Roca, Rio Branco, Atlântico y el torneo del bicentenario de los Estados Unidos. Luego, tras haber clasificado Brasil para el Mundial 78, llegó en Argentina lesionado y sólo pudo jugar tres partidos, conquistando la tercera plaza del torneo. En dicho Mundial, ganando a Italia el 24 de junio, Rivellino se despidió de la selección brasileña donde había disputado 94 partidos oficiales, marcando 26 goles en diez años. Mucho menos que los 165 que había marcado con el Corinthians o que los 53 que hizo con el Fluminense en 158 encuentros.

Cuando regresó del Mundial, dándose cuenta que aún no había hecho dinero con el fútbol, el medio izquierda del Flu hizo las maletas y se fue a jugar en Árabia Saudí, en el El Helai. Allí, además de llevarse la Copa del Rey el primer año, también fue campeón de liga en 1980 y 81. Y enfadado con el mandamás príncipe del equipo árabe, volvió para Brasil a finales del 81 para jugar en el São Paulo, pero un problema burocrático con su pase tardó tanto que, a los 35 años, decidió abandonar el fútbol profesional, exhibiendo una gran salud detrás de un bigote respetable.

Es cuando un futuro genio del fútbol mundial se reveló como uno de sus fans. Diego Armando Maradona dijo convencido: "Fue en Rivellino que me miré para jugar" y más tarde: "Hasta hoy, tengo en mi memoria su drible perfecto, su pase preciso y su disparo indefendible". Mejor aún: el "Reizinho" descubrió que Didi, Monsieur Folha-Seca, lo citó como uno de los cracks más hábiles que nunca había visto. Así bañado en buenos recuerdos, el crack crearía en la capital paulista unas cuantas escuelas de fútbol y, sin gran brillo, fue también comentarista deportivo de televisión. Mientras en el plan amoroso, se casó y descasó unas cuantas veces, teniendo hijos y nietos. Y en 2004, sin resentimientos del pasado, con su responsabilidad y conciencia tranquila del deber cumplido, Roberto Rivellino asumió por un tiempo la dirección deportiva del Corinthians, y hasta donde se sabe y le dejaron, con éxito.
Fuente: Antonio Falcao


1 comentario:

Anónimo dijo...

Grandioso jugador. Para mí entre los 10 mejores de todos los tiempos.
Tenía una habilidad maravillosa en la zurda y entre los años 71-74 fue, sin duda, el líder del equipo brasilero.

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