Héctor Scarone

Casi medio siglo antes de que Pelé-Rivelinno enloquecieran a todas las defensas del mundo, los uruguayos Scarone y Petrone escapaban de sus rivales con pases de primera entre uno y otro, jugada que bautizaron como ‘pared’. El nivel de su técnica y su imaginación le valieron a Scarone el apodo de "El mago". Zamora lo describió como "el símbolo del fútbol"; Meazza dijo de él que "fue el jugador más fantástico” que tuvo ocasión de ver.

Corría el inicio del Siglo XX y Scarone se entreveraba en las pachangas de los terrenos baldíos, al lado de la Capilla de Arroyo Seco, Uruguay. En los descansos se divertía haciendo pasar la pelota por un agujero en un alambrado (de no más de 60 centímetros de diámetro). Con sólo 15 años de edad, el joven Héctor fue a probar al club de sus amores, el Club Nacional de Fútbol. Sin embargo, y tras varias pruebas, decidieron no incorporarlo por su escuálido físico. Muchas horas de gimnasio y sacrificio después, volvió a la carga, esta vez con éxito. Se incorporó al segundo equipo, y tras cinco partidos como reserva, dio el salto al gran Nacional. Corría 1917 y Scarone tenía 19 años.

En aquel Nacional ya era figura otro ariete apodado "El rasqueta", Carlos Scarone, hermano mayor de Héctor. Su condición familiar llevó a que, en sus inicios, el recién llegado fuera llamado "El rasquetita". Los hermanos Scarone llegaron a jugar juntos casi diez años en el equipo tricolor, obteniendo seis ligas conjuntamente, además de la Copa América de 1917. Pero el tiempo opacó la figura de Carlos ante la de Héctor, que después de la retirada de su hermano obtuvo otra Liga Uruguaya más, tres Copas América, dos oros olímpicos y un Mundial, llegando a ser considerado el mejor jugador de su época.

Un adelantado a su tiempo

Como interior diestro o mediapunta, era imprevisible, ya que nunca se sabía por el costado que se iba a escapar. Era infalible a pelota parada, y tenía un inmenso catálogo de regates. Pese a su corta estatura (1,72 m), era un magnífico cabeceador, dado que sabía elevarse en el momento oportuno, descolocando a sus marcadores. Según cuenta el escritor uruguayo Eduardo Galeano, “sabía esperar el esférico en suspensión, violando la ley de gravedad”. También fue un adelantado en su divismo. La prensa de la época lo apodaba "La Borelli", prima donna de aquel entonces, debido a sus reacciones imprevisibles y caprichosas.

Su historial en la selección comenzó en 1917, cuando se puso en juego la primera Copa América oficial. En la final disputada en Montevideo, Scarone, a sus 19 años, anotó con un certero cabezazo el único gol de la final con la que los celestes derrotaron a su eterno rival, Argentina. Luego llegaron otras cuatro Copas América para Uruguay, y 13 tantos lo colocaron entre los cinco primeros goleadores históricos del añejo torneo. Además es el jugador que más goles realizó en un solo partido de la Copa, anotando cinco de los seis que Uruguay le endosó a Bolivia en la edición de 1926.

Con motivo de los Juegos Olímpicos de París de 1924, el combinado charrúa realizó una gira previa de nueve encuentros, sin perder ninguno. Durante los Juegos, Uruguay ganó todos sus partidos por al menos tres goles. El mejor jugador, y cuarto goleador del torneo con cinco tantos, fue Scarone, en el que fue su primer cameo internacional y que le valió el reconocimiento del mundo entero. Al vencer en dicha final, el conjunto uruguayo decidió saludar al público de las gradas, que había quedado maravillado con aquel desconocido seleccionado sudamericano. Para ello, los jugadores dieron una vuelta alrededor del campo saludando a todas las tribunas. Fue la primera "vuelta olímpica" de la historia.

Cuatro años más tarde, Uruguay volvió a los Juegos Olímpicos, esta vez en Amsterdam. Nuevamente arrasó hasta llegar a una final ‘rioplatense’. El primer tiempo finalizó con Uruguay y Argentina empatando a uno. La igualada se rompió en el minuto 20 de la segunda mitad cuando Tito Borjas hizo un regate, pasó a Scarone y le gritó: "¡Tuya, Héctor!". Scarone recibió el balón y anotó el gol que le dio el segundo oro olímpico a Uruguay. Dicha frase quedó impregnada en la sociedad uruguaya y sigue utilizándose hoy en día cuando alguien pasa una responsabilidad final a otro.

El Primer Mundial

El círculo triunfante se completó en 1930, cuando la FIFA organizó su primer Mundial y, además, en territorio uruguayo. Scarone ya no era el mismo jugador de diez años atrás. Sin embargo, no desentonó para que, nuevamente ante Argentina, Uruguay venciera 4-2 en la final para consagrarse como el primer campeón del mundo.

Tras el oro de París, en 1924, Scarone retornó a Nacional, realizando una gira por Europa un año después. En abril de 1925, se enfrentaron Nacional y Barcelona en Las Corts, ante 50.000 espectadores. El Barça era un rival de primer nivel y se puso 2-0 con goles del otro mago, Samitier. Sin embargo el conjunto uruguayo logró empatar con tantos de Urdinarán y Scarone.

Tan buena fue la imagen que dejó, que en 1926, tras alzar siete ligas con Nacional, el Barcelona decidió ficharlo, en lo que se consideró en su momento como la primera gran contratación internacional realizada por el club azulgrana.
No obstante, pese a ganar una Copa y un Campeonato de Catalunya, "El mago" no pudo triunfar en España. Algunas versiones atribuyeron su fugaz paso por el Barcelona a Josep Samitier, gran figura azulgrana, a quien se le acusó de no facilitarle balones. Sin embargo, ambos lo desmintieron.

Según cuentan, Scarone rechazó un contrato millonario para continuar en el Barcelona, con la intención de jugar los Juegos Olímpicos de 1928. En aquella época sólo podían participar en los Juegos deportistas amateurs, y el contrato ofrecido era profesional. "Yo pensaba en mi patria, en que pronto vendrían las Olimpíadas y en que debía vestir la camiseta celeste. Pensé en Nacional, mi club de corazón, y decidí no firmar", declaró Scarone. Este tipo de decisiones ganaron el corazón de la afición uruguaya.

Con decenas de títulos a cuestas, entre ellos una Copa del Mundo, emprendió un nuevo viaje a Europa. Esta vez fue Italia, donde en 1932 fichó por el Inter de Milán, equipo en el que permaneció un año, para luego jugar en el Palermo. De nuevo, pese a disputar más de 50 partidos y anotar 20 goles, su periplo europeo no acarreó gran éxito y en 1934 volvió al Nacional de sus amores, donde obtuvo su octava Liga. Permaneció allí hasta 1939, cuando con 41 años decidió retirarse jugando en el Montevideo Wanderers, equipo de media tabla de la Primera División uruguaya. Pese a su retiro profesional, siguió derramando su talento hasta 1950 en categorías de veteranos, ya con más de medio siglo a sus espaldas.

Tras su retirada, como tantos otros, se pasó a los banquillos y se convirtió en entrenador. Dirigió al Millonarios de Bogotá, con los argentinos Di Stefano y Pedernera; al Real Madrid, sustituyendo al inglés Keeping a principios de los años cincuenta; y al club de sus amores, Nacional, para luego convertirse en colaborador de la institución, enseñando a rematar a portería a los nuevos jugadores.

Cartero de profesión

Curiosamente, como el fútbol de aquella época era diferente al actual, pese a sus triunfos difícilmente igualables, Scarone nunca dejó su empleo en el Correo de Montevideo, donde trabajó como cartero hasta jubilarse. Un trabajador, como cualquier ser humano de carne y hueso. En sus palabras de despedida frente al féretro en el cementerio, el capitán de todos esos equipos, José Nasazzi, dijo: “Éramos jóvenes, éramos ganadores, estábamos unidos, creíamos que éramos indestructibles”. Tras su fallecimiento, una de las tribunas del Parque Central (Estadio del Nacional) fue rebautizada como Héctor Scarone, el ‘mago’ charrúa que marcó una época.
Fuente: Don Balón

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gigante Hector!!!
Nacional Nacional

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