El colosal Maracaná de Río

El Maracaná está amenazado de desaparición tras 57 años de trepidaciones de millones de torcedores en sus gradas con las consiguientes agresiones al cemento, algunas biológicas, vertidas por días de calor, sudor, sangre y de sed combatida con la fuerza del guaraná. Ante tal amenaza queda urgente contar la ilustre historia de dicho templo del futebol brasileño.

El parto es doloroso. Cuando en 1950 se inaugura el Maracaná, Brasil va a ganar su primer Mundial, seguro. En la final se enfrenta al mejor equipo de los años 20 a 40, Uruguay. Gol de Friaça a los 47 minutos, y los casi 200.000 espectadores hacen vibrar el cemento fresco. Está sin duda la primera Copa en Río por fin. Y se olvidan del inmenso talento de los Obdulio Varela, Schiaffino y Ghiggia. Es carnaval, felicidad, cerveza, cachaça y samba hasta el minuto 66 cuando empata Schiaffino y diez minutos más tarde, Ghiggia marca el gol victorioso.

Maracaná acaba de sufrir el "Maracanazo"... 200.000 espectadores, reyes del mundo en 20 minutos y casi 200 millones de Brasileños siguen sufriendo el Maracanazo 51 años más tarde. Barbosa, el magnífico y excelente portero de Brasil fue declarado culpable, gritó inocencia, pero Brasil lo condenó a perpetuidad, cuando la pena máxima legal es de 20 años. Barbosa cumplió casi 50 hasta su muerte en el 2000.

El primer gol marcado en el Maracaná fue una folha seca, obra maestra exclusiva de Didi, quien nos dejó en mayo del 2001. Desde entonces nadie repitó la obra. Didi, en tiros libres, le daba efecto con la punta al centro exacto del cuero y la pelota volaba, volaba, muy alto y se iba al cielo, pero en el último momento se caía en la portería como una hoja seca en el fin de su vuelo. Los porteros se quedaban siempre tranquilos ante la seguridad de que la pelota se iba por los aires, y terminaban recogiendo folhas secas cada domingo.

En el Maracaná, en 1969, Pelé marcó su gol nº 1.000. El domingo anterior en Salvador de Bahia, los 100.000 bahianos del Fonte Nova eran hinchas de Santos y Pele, deseando la derrota del Bahia al final del partido para festejar ellos el gol 1.000 de Pelé. No pudo ser y Maracaná fue el escenario mítico de otra obra mítica, Andrade, el portero del Vasco de Gama, todo el Vasco, y 125.000 espectadores invitados de lujo a la fiesta del fútbol, y el gol 1.000...de Pelé.
Fuente: Jean Pierre Bonenfant

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