La Máquina

A principios de la década del 40, el club argentino River Plate formó uno de los mejores equipos de fútbol de todos los tiempos.

"Unos entran, otros salen, todos suben, todos bajan", explicaba Carlos Peucelle, uno de los padres de la criatura. En rotación permanente, los jugadores cambiaban de puesto entre sí, los defensores atacaban, los atacantes defendían: "En el pizarrón y en la cancha", decía Peucelle, "nuestro esquema táctico no es el tradicional 1-2-3-5. Es el 1-10".

Aunque todos hacían de todo, en aquel River sobresalía la línea delantera. Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau sólo estuvieron juntos dieciochos partidos, pero hicieron historia y siguen dando de qué hablar. Los cinco jugaban a ciegas, entendiéndose por silbidos: silbando inventaban caminos en la cancha y silbando llamaban a la pelota, que como perrito alegre los seguía sin perderse jamás.

El público bautizó con el nombre de la Máquina a aquel legendario equipo, por la precisión de sus jugadas. Era un dudoso elogio. Nada tenían que ver con la frialdad mecánica esos atacantes que gozaban jugando y de tanto disfrutar se olvidaban de patear al arco. Más justa era la hinchada cuando los llamaba Caballeros de la angustia, porque estos jodones hacían sudar la gota gorda a sus devotos antes de brindarles el alivio del gol.
Fuente: Eduardo Galeano


La Máquina de River Plate

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